Corrían los últimos minutos de la primera parte. Frisaba el descanso, ardían los transistores, se preparaban los aficionados para tomar aire después de 45 minutos de agónico sufrimiento. La ballena tuitera soportaba estoicamente las compulsivas actualizaciones de los fieles castillistas, que tenían un ojo en Montilivi, otro en el Nuevo Estadio de la Victoria y el corazón en la Nueva Condomina. Demasiados factores a tener en cuenta; demasiado bagaje de deberes sin hacer. El reloj de la esperanza, como siempre, corría demasiado despacio.
Ese reloj saltó por los aires cuando desde Girona llegó un gol mortal que se clavó como un estoque. Pero no fue ése el primer clavo en el ataúd del Castilla; el entierro llevaba preparándose durante muchas jornadas, y Kike, al cuarto de hora, tuvo la gentileza de dejar el primer ramo de flores. El Castilla llevaba tanto tiempo jugando con fuego que no le quedaba otra opción lógica, salvo quemarse. Un gol en fuera de juego a balón parado, en un encuentro donde la inoperancia de cara a portería fue clave: la actual temporada resumida en 90 minutos de horror, pero también de realidad. La misma realidad a la que muchos cerraron los ojos, allá por pretemporada.
[pullquote]El partido frente al Murcia fue un compendio de los errores de toda la temporada. [/pullquote]
Era la enésima final para el Real Madrid Castilla. Y fue también la última.
El Castilla se convirtió en ese alumno que siempre fluctúa entre el aprobado y el suspenso, y que acabó siendo condenado a repetir curso por no poder asimilar la materia en la noche de antes. Todos sus compañeros completaron la tarea asignada, menos él. Aseguró el playoff el Real Murcia, sin brillantez pero con veteranía -mientras su estadio se mofaba del Castilla, suponemos que en un gesto de agradecimiento por ser el único equipo que acudió a recaudar dinero para las víctimas del terremoto de Lorca-. Ganó con contundencia el Girona, amarrándose con uñas y dientes a la permanencia tras verse desahuciado durante varias jornadas. Lucharon a tumba abierta Alavés y Jaén, una lucha honrada que culminó en el último minuto con premio para los vascos y un descenso honorable para el equipo del Santo Reino.
Todos hicieron lo que se esperaba de ellos. El Castilla, puede decirse, también.
Porque lo más lamentable no fue ver descender al Castilla después de un encuentro donde no dio la sensación de poder ganar en ningún momento. Lo doloroso no fue ver desmembrado, descafeinado y roto al mismo filial que el año pasado quedó en un meritorio octavo puesto de la misma división que ayer abandonó con justicia. Lo peor no es, ni siquiera, saber que el Real Madrid C se verá arrastrado a una Tercera División en la que no mereció jugar en ningún momento de su encomiable campaña.
Lo peor es que ese gol de Kike no sorprendió a nadie. Lo peor es que el gol de Ortuño en Montilivi no fue un mazazo, sino una confirmación. Lo peor es que todo, absolutamente todo lo que ocurrió ayer se veía venir. Seguir leyendo →